La técnica utiliza lentillas semirrígidas cuya cara interna tiene una forma particular y personalizada a cada paciente: Estas lentes obligan a las células del epitelio, la capa más superficial de la cornea, a posicionarse donde nos interesa durante su migración natural de la periferia hacia el centro. Así, el centro corneal , sobre un diámetro de unos 5,5 mm, se vuelve menos curvo. Las capas celulares más profundas no se ven modificadas.
Cuando la córnea cambia su curvatura, reduce su cantidad de dioptrías de manera suficiente para compensar la miopía. Una vez que la lentilla se quita, la cornea tiene una tendencia a mantener la nueva forma por muchas horas, lo que permite una buena visión sin tener que usar nada durante las horas que el niño se encuentre despierto.
De esta manera la córnea no se aplasta (a veces existe esta falsa idea). A lo largo del día, las células epiteliales se renuevan y recobran su posición inicial, de ahí la reversibilidad de la corrección. Llevar las lentillas de noche durante siete horas, a veces menos, permite disfrutar de una nitidez visual de 100% todo el día siguiente.