La salud visual va mucho más allá de una buena agudeza visual. Siendo ésta imprescindible, a partir de ella comienza el proceso de la visión, en el que habilidades como la capacidad de enfocar adecuadamente en lejos y cerca, tener una musculatura ocular que permita mover los ojos correctamente, una visión binocular estable, y una correcta coordinación de todo el sistema que trabaja conjuntamente cobran máxima importancia.
Los primeros años de vida y prácticamente toda la infancia consideramos que son edades críticas dentro del desarrollo del sistema visual. Cuando nacemos prácticamente no vemos, y a lo largo de la infancia se va desarrollando la visión, el niño “aprende” a ver.
De manera paralela a la visión, madura su sistema motriz y neuronal. Todos los sistemas se conectan para que, a partir de la visión como primer estímulo, seamos capaces de trasladar la información recibida y emplearla para el mejor aprovechamiento de todas nuestras facultades.
Durante los primeros años de vida, el sistema visual es muy plástico, y se adapta a los cambios con gran facilidad, tanto para compensar alguna carencia que tenga, como para recuperarla si es tratado adecuadamente.
Esto no significa que más adelante no sea fundamental prestar atención a nuestra salud visual, sino que lamentablemente algunas alteraciones que tienen gran importancia podrían acarrear consecuencias si no son diagnosticadas y tratadas en esa etapa crítica.